16-04-2009
((Por
enfermedad de Pilar Carrillo, y hasta el final del curso, su sustituta Asunción
Guzmán va a explicar solamente historia de Sevilla)).
Pintura Barroca Sevillana.-
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 6 de junio de 1599 – Madrid, 6 de agosto de 1660) conocido como Diego Velázquez.
Velázquez nació
en Sevilla y fue bautizado el 6 de junio de 1599 en la Iglesia de San Pedro. Fue el mayor de siete
hermanos. Su padre era Joao Rodríguez de Silva de origen portugués,sus
abuelos paternos se habían establecido en la ciudad procedentes de Oporto. Su madre, Jerónima Velázquez, era
de ascendencia sevillana. La familia figuraba entre la pequeña hidalguía de la
ciudad. Adoptó el apellido de su madre según la costumbre portuguesa, también
habitual en Andalucía.
La Sevilla en
que se formó el pintor era la ciudad más rica y poblada de España, así como la
más cosmopolita y abierta del imperio. Disponía del monopolio del
comercio con América y tenía una
importante colonia de comerciantes flamencos e italianos. También era una sede
eclesiástica de gran importancia y disponía de grandes pintores.
Aprendizaje
Su talento
afloró a edad muy temprana. Recién cumplidos los diez años comenzó su formación
en el taller de Francisco de Herrera el Viejo, pintor
prestigioso en la Sevilla del siglo
XVII. Herrera tenía muy mal carácter y el joven alumno no pudo
soportarlo, así que unos meses después, en 1610, cambió de maestro y formalizó
contrato de aprendizaje con Francisco Pacheco
con el que permaneció seis años.
En el taller de
Pacheco, Velázquez adquirió su primera formación técnica y sus ideas estéticas.
El contrato de aprendizaje fijaba condiciones de servidumbre: el joven aprendiz
debía moler los colores, calentar las colas, decantar los barnices, tensar los
lienzos, armar bastidores, así como otras obligaciones.
Pacheco
(1564-1644) era un hombre de amplia cultura, autor de un importante tratado El
arte de la pintura. Como pintor era bastante limitado, fiel seguidor de los
modelos de Rafael
y maestro totalmente diferente, así como Herrera era un pintor nato muy
temperamental, Miguel
Ángel, interpretados de forma dura y seca. Sin embargo como
dibujante realizó excelentes retratos a lápiz. Aún así,
supo dirigir a su discípulo y no limitar sus capacidades. Pacheco es más
conocido por sus escritos y por ser el maestro de Velázquez que como pintor. En
su importante tratado, publicado póstumamente en 1649 e imprescindible para
conocer la vida artística española de entonces, se muestra fiel a la tradición
idealista del anterior siglo XVI y poco proclive a los progresos de la pintura
naturista flamenca e italiana. Tenía un gran prestigio entre el clero y era muy
influyente en los círculos literarios sevillanos que reunía a la nobleza local.
Justi, el primer
gran especialista sobre el pintor, señaló que se conviene en considerar que en
el breve tiempo que pasó con Herrera debió transmitirle el impulso inicial que
le dio grandeza y singularidad. Le debió enseñar la libertad de mano,
aunque la ejecución libre era ya un rasgo conocido en su tiempo y anteriormente
se había encontrado en El
Greco, Velázquez no la alcanzaría hasta años más tarde en Madrid.
Posiblemente su primer maestro le sirviese de ejemplo en la búsqueda de su
propio estilo. Las analogías que se encuentran entre los dos son solo de carácter
general. En sus primeras obras de Diego se encuentra un dibujo estricto atento
a percibir la exactitud de la realidad del modelo, de plástica severa,
totalmente opuesto a los contornos sueltos de la tumultuosa fantasía de las
figuras de Herrera. Continuó con un Pacheco era culto pero poco pintor que lo
que más valoraba era la ortodoxia. Justi concluye al comparar los cuadros de
Pacheco y Velázquez que poca influencia artística ejerció en su discípulo.
Sus comienzos como
pintor
Terminado el periodo de aprendizaje, en 1617, aprobó
el examen ante el gremio de pintores de Sevilla. Recibió licencia para ejercer
como maestro de imaginería y al óleo
pudiendo practicar su arte en todo el reino, tener tienda pública y contratar
aprendices. No se sabe si abrió taller. Antes de cumplir los 20 años, en abril
de 1618, se casó con la hija de Pacheco y luego nacieron en esta ciudad las dos
hijas del pintor.
En estos
primeros años desarrolló una extraordinaria maestría dominando el natural,
conseguiendo la representación del relieve y de las calidades, mediante los
nuevos metodos del claroscuro, influido principalmente por el naturalismo de Caravaggio. En sus
cuadros aparece una fuerte luz dirigida que acentúa los volumenes y objetos
sencillos aparecen destacados en primer plano. El cuadro de género o bodegón,
de procedencia flamenca, con su representación de objetos cotidianos y tipos
vulgares, le sirvió para desarrollar estos aspectos. También la producción del
pintor en este tiempo se vuelca en los encargos religiosos como la Inmaculada Concepción de la National Gallery de Londres y la Cena en Emaús del Metropolitan Museum de Nueva York. Esa
forma de interpretar el natural le permitió llegar al fondo de los personajes,
demostrando tempranamente una gran capacidad para el retrato transmitiendo la fuerza interior y temperamento de los
retratados. Como el retrato de sor Jerónima de la Fuente de 1620, del que se
conocen dos ejemplares de gran intensidad, donde transmite la energía de esa
monja que con 70 años parte de Sevilla para fundar un convento en Filipinas.
Se consideran
obras maestras de esta época la Vieja friendo huevos de 1618 y El aguador de Sevilla realizada en 1620. En la Vieja
friendo huevos demuestra su maestría en la fila de objetos de primera fila
mediante una luz fuerte e intensa que destaca superficies y texturas. El aguador
de Sevilla, cuadro que llevó a Madrid y regaló a Juan Fonseca quien le
ayudó a posicionarse en la corte, tiene excelentes efectos: el gran jarro de
barro capta la luz en sus estrías horizontales mientras pequeñas gotas de agua
transparentes resbalan por su superficie.[
Sus obras, en
especial sus bodegones, tuvieron gran influencia en los pintores sevillanos
contemporaneos, existiendo gran cantidad de copias e imitaciones de sus
bodegones. De las veinte obras que se conservan de este periodo, nueve se
pueden considerar bodegones.
Se ha debatido
ampliamente la inspiración de estas obras tan distintas a lo que se hacía en
Sevilla. Para Brown la originalidad de estas pinturas permite formular la
hipótesis que el autor conocía de alguna manera el arte que se estaba
realizando en España y en Europa.
En 1621 muere en
Madrid Felipe III y el nuevo monarca Felipe IV favorece a un noble de familia sevillana Gaspar de Guzman, luego conde duque de Olivares, que se
convierte en poco tiempo en el todopoderoso válido del rey. Olivares abogó por
que la corte estuviera integrada mayoritariamente por andaluces. Pacheco debió
entenderlo como una gran oportunidad para su yerno procurandose los contactos
oportunos para que Velázquez fuese presentado en la corte. Su primer viaje a
Madrid tuvo lugar en al primavera de 1622 Velázquez debió ser presentado a
Olivares por Juan de Fonseca o por Francisco de Rioja, pero según relata
Pacheco no se pudo retratar al rey aunque se procuró. El pintor volvió a
Sevilla.
Año y medio
después de su primer viaje a Madrid, en el verano de 1623, los amigos de
Pacheco, principalmente Juan de Fonseca, que era capellán real y había sido
canónigo de Sevilla, consiguieron que el conde duque llamase a Velázquez para
retratar al rey.[13]
Así lo relató Pacheco: llamado a Madrid se hospedó en casa de don Juan e hizo
su retrato. Llevaronlo a palacio aquella noche y en una hora lo vieron todos
los de palacio, los infantes y el rey. Ordenose que retratase al infante, pero
pareció más conveniente hacer primero el de su Majestad, aunque no pudo ser tan
presto por grandes ocupaciones; se hizo el 30 de agosto a gusto de su Majestad
y de los infantes y del conde duque, que afirmó no haber retratado al rey hasta
entonces… Realizó también un boceto del Principe de Gales, que se encontraba
en aquellos días en Madrid, que le dio cien escudos.
En octubre de
1623 se ordenó a Velázquez que trasladará su casa a Madrid y fue nombrado
pintor del rey con un sueldo de veinte ducados al mes, ocupando la vacante de
Rodrigo de Villandrando que había fallecido el año anterior.
Su primer
retrato ecuestre del rey, fue expuesto junto al celebre Carlos V a caballo en Mühlberg de
Tiziano en la calle Mayor en la visita del cardenal Barberini en 1626.
La rápida
ascensión de Velázquez provocó el resentimiento de los pintores más veteranos,
como Vicente
Carducho y Eugenio Pajés que lo acusaban de ser solo capaz
de pintar cabezas. Según escribió Jusepe Martínez ,
esto provocó la realización de un concurso en 1627 entre Velázquez y los otros
tres pintores reales: Carducho, Cajés y Alejandro Nardi.[] El ganador sería elegido
para pintar el lienzo principal del Salón Grande del Alcázar. El motivo del
cuadro era la expulsión de los moriscos de España. El jurado entre los
bocetos presentados declaró vencedor a Velázquez. El cuadro fue colgado en el
Alcázar y perdido posteriormente en el incendio del mismo. Este concurso
contribuyó al cambio del gusto de la corte, abandonando el viejo estilo de
pintura y aceptando la nueva pintura.[16]
En 1628 había
sido ya ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los
pintores de la corte. El trabajo principal de Velázquez consistía en realizar
retratos de la familia real, por ello estos representan la mayor parte de su
producción. Otro trabajo era pintar cuadros para decorar los palacios reales. Podía
aceptar también encargos particulares, pero desde que se trasladó a Madrid,
solo aceptó encargos de los miembros más influyentes de la corte.[17]
Se sabe que pintó varios retratos del rey y del conde duque, muchos de los
cuales se perdieron en el incendio del Alcázar de 1734.[13]
Entre las obras
conservadas de este periodo destaca especialmente Los borrachos, su
primera composición mitológica, representando la antigüedad clásica de forma
vigorosa y cotidiana como una reunión de campesinos de su tiempo reunidos
alegremente para beber, donde todavía persisten algunos modos sevillanos. Entre
los retratos de la familia real destaca el infante Don Carlos, y de los
retratos no pertenecientes a la familia real sobresalen el geografo del Museo de Bellas Artes de Ruan y el Retrato de hombre joven de la Alte Pinakothek de Múnich.
En 1628 Rubens llegó a Madrid para realizar
gestiones diplomáticas y aprovechó pintando del orden de diez retratos de la
familia real. También estudió la colección real de pintura copiando a Tiziano.
Permaneció en la ciudad casi un año. Velázquez lo acompañó al monasterio de El Escorial. Debió ser una gran experiencia para
Velázquez conocer a este gan pintor que se encontraba en su apogeo creativo y
seguramente le ayudó a comprender que precisaba para completar su formación. Al
compararse los retratos de Felipe IV de ambos pintores, Rubens pintó al rey de
forma alegórica, mientras Velázquez lo continuó representando como la esencia
del poder. Picasso lo analizó
así: el Felipe IV de Velázquez es persona distinta del Felipe IV de Rubens.
Primer viaje a Italia
Después de la
marcha de Rubens y seguramente influido por él, Velázquez solicitó licencia al
rey para viajar a Italia a completar sus estudios.[20]
El 22 de julio de 1629 le concedieron para el viaje dos años de salario, 480
ducados, y además disponía de otros 400 ducados por el pago de varios cuadros.
Velazquez viajó con un criado y llevaba cartas de recomendación para las
autoridades de los lugares que quería visitar.[21]
Este viaje a
Italia representó un cambio decisivo en su pintura. En los dieciocho meses que
estuvo en Italia su estilo se transformó radicalmente. Desde el siglo anterior
los artistas de toda Europa viajaban a Italia para conocer el centro admirado
por todos de la pintura europea. Además Velázquez era el pintor del rey de
España y por ello se le abrieron todas las puertas pudiendo contemplar obras
que solo estaban al alcance de los más privilegiados.[22]
Partió del
Puerto de Barcelona en la
nave de Spinola, general genovés al servicio del rey español que volvía a su
tierra. Primero se dirigió a Venecia donde el embajador español le gestionó
visitas a las principales colecciones artísticas de los distintos palacios.
Según Palomino copió obras de Tintoretto. Como la situación era delicada en
Venecia permaneció en ella poco tiempo y partió hacia Ferrara, donde se
encontraría con la pintura de Giorgione,
desconociendose el efecto que le produjo la obra de este gran innovador.
Después estuvo
en Cento interesado en
conocer la obra de Guercino
que pintaba sus cuadros con una iluminación muy blanca, sus figuras religiosas
eran tratadas como personajes corrientes y era un gran paisajista. Para Julian
Gallego la obra de Guercino fue la que más ayudó a Velázquez a encontrar su
estilo personal.
En Roma el
cardenal Francesco Barberini le facilitó la entrada a las estancias vaticanas,
en las que dedicó muchos días a la copia de los frescos de Míguel Angel y
Rafael. Después se trasladó a Villa medicis en las afueras de Roma, donde copió
su colección de escultura clásica y realizó paisajes del natural. No solo estudió los
maestro antiguos. En aquel momento se encontraban activos en Roma los grandes
pintores del barroco, Pietro da Cortona, Andrea Sachi, Nicolás Pousin, Claudio Lorena y Gianlorenzo Bernini. No hay testimonio directo de que
Velázquez contactase con ellos, pero existen importantes indicios de que
conoció de primera mano las novedades del mundo artístico romano
La asimilación
del arte italiano en el estilo de Velázquez se comprueba en los lienzos del
periodo la fragua de Vulcano y la túnica de José que fueron pintados por iniciativa propia
sin encargo de por medio. En la fragua de Vulcano, aunque persisten
elementos del periodo sevillano, es una ruptura importante con su pintura
anterior. En el tratamiento espacial se aprecian cambios: la transición hacia
el fondo es suave y el intervalo entre figuras está muy medido. En las
pinceladas, antes eran capas de pintura ópaca, ahora la imprimación es muy
ligera, la pincelada es fluida y los toques de luz producen sorprendentes
efectos entre las zonas iluminadas y las sombras. Así lo describió el pintor
contemporaneo Jusepe
Martínez: " vino muy mejorado en cuanto a perspectiva y
arquitectura se refiere".
Permaneció en
Roma hasta el otoño de 1630 y regresó a Madrid pasando por Napolés a principios
de 1631. Allí conoció a Ribera que se ncontraba en su plenitud pictórica.[25]
Madurez en Madrid
En 1631, en su
regreso a España, recibe el encargo de retratar al príncipe Baltasar Carlos,
que había nacido durante su estancia en el extranjero. Quizás sea este encargo
el que haga al mundo artístico ver el cambio que había experimentado la pintura
de Velázquez, que ya no es tenebrista, ni influida como anteriormente: se
iluminan los ambientes, se llenan de modernidad las figuras y las escenas, y la
libertad artística se hace más patente que nunca. El color se aviva, renace y
surge intenso.
Algunas obras de
esta etapa son los numerosos retratos ecuestres para el Palacio del Buen Retiro, así como otra de sus
obras cumbres, Las lanzas (o La rendición de Breda) (1635). Para
la Torre de Parada efectuó retratos de caza, como el del infante Fernando o el
del príncipe Baltasar Carlos. También encontramos otros retratos de esta etapa
como el de Felipe IV, en castaño y plata, o el de Isabel de Francia,
la reina consorte.
Disposición de
los retratos ecuestres de Felipe IV, la reina y el principe heredero en el
Salón de Reinos, según estimación de Brown (entre las tres obras había una
puerta):
Segundo viaje a Italia
En su segundo
viaje a Italia fue con el encargo de comprar cuadros antiguos y realizar
vaciados de esculturas para decorar estancias reales. En España había alcanzado
ya el máximo de su fama. Partió en enero de 1649 y no regresó hasta mediados de
1651. No pintó ningún cuadro grande y no parece que recibiera ya influencias.
Pintó muchos retratos.
Otra vez realiza
un recorrido por los principales estados italianos, aunque en dos etapas: la
primera, que llega hasta Venecia, donde adquiere obras de Veronés y Tintoretto para el
monarca español; y la segunda, que llega hasta Roma, tras pasar por Nápoles,
donde se reencuentra con Ribera. En Roma retrata al pontífice Inocencio X, obra
en la que, utilizando como medio el contraste de luces, consigue llenar de
expresividad todo el cuadro. Hay teorías que adjudican la famosa Venus del Espejo
a esta etapa en Italia. Ciertos autores creen que es el retrato de su amante, y
madre de un hijo ilegítimo del pintor. El tema de la Venus ya había sido
tratado en multitud de versiones por dos de los maestros que más influencia tuvieron
en la pintura velazqueña: Tiziano y Rubens. La Venus de Velázquez aporta al
género una nueva variante: la diosa se encuentra de espaldas y muestra su
rostro al espectador en un espejo.
Última década: su cumbre pictórica
De vuelta a
Madrid sus cargos administrativos le absorbieron cada vez más. Felipe IV lo
nombró Aposentador Real, cargo que le quitó gran cantidad de tiempo para
desarrollar su labor pictórica.
La llegada de la
nueva reina, Mariana de Austria, motivó la realización de varios retratos.
También la infanta casadera Maria Teresa fue retratada en varias ocasiones pues
debía enviarse su imagen a los posibles esposos. Los nuevos infantes, nacidos
de Mariana, también originaron varios retratos, sobretodo Margarita, nacida en
1651.
En el final de
su vida pintó sus dos composiciones más grandes y complejas, sus obras
magistrales La fábula de Aracné (1658), conocida popularmente como Las
Hilanderas, y el más celebrado y famoso de todos sus cuadros La familia de Felipe IV o Las Meninas (1656). En
ellos vemos su estilo último donde parece representar la escena mediante una
visión fugaz. Empleó pinceladas atrevidas que de cerca parecen inconexas pero
contempladas a distancia adquieren todo su sentido, anticipándose a la pintura
de Manet y a los impresionistas del siglo XIX en los
que tanto influyó su estilo. Las interpretaciones de estas dos obras han
originado multidud de estudios y son consideradas dos obras maestras de la
pintura europea.
El último
encargo que recibió del rey fue pintar cuatro pinturas mitológicas para el Salón
de los Espejos, donde se colocaron junto a obras de Tiziano, Tintoretto,
Veronés y Rubens, los pintores preferidos de Felipe IV. Solo se ha conservado Mercurio
y Argos , el resto se perdieron en el incendio del Alcázar en 1734.
Deseaba alcanzar
la nobleza y por ello fue propuesto para la Orden de Santiago
en 1658. Se precisaba ser de ascendencia noble y por ello el Consejo de órdenes
Militares realizó una investigación sobre su linaje. Se tomó declaración a 148
testigos y fue rechazado al no encontrarse ascendencia noble en su abuela
paterna ni en sus abuelos maternos. En estas circunstancias solo la dispensa
del Papa podía lograr que Velázquez fuese admitido en al Orden, y fue gracias a
la dispensa papal que consiguió pertenecer a la orden de Santiago el 28 de
noviembre de 1659.
En 1660 el rey y
la corte acompañaron a la infanta María Teresa a la frontera francesa donde se
encontró con su nuevo esposo Luis XIV. Velázquez como aposentador real se
encargó de preparar el alojamiento del séquito y de decorar el pabellón donde
se produjo el encuentro. El trabajo debió ser agotador a la vuelta enfermó de
viruela.[26]
Murió en Madrid el 6 de agosto de 1660. Fue enterrado al día siguiente con
todos los honores de la Orden de Santiago en la iglesia de San Juan Bautista.[28] Su mujer, Juana Pacheco, murió siete días
después.
Además de los
escritos de Francisco Pacheco sobre su juventud y de la biografía de Palomino,
prácticamente contemporánea, se dispone de muchos documentos administrativos
sobre acontecimientos que le sucedieron. Sin embargo nada se sabe de sus
cartas, escritos personales, amistades o vida privada, que permitirían indagar
en su vida, su trabajo y su pensamiento. Lo cual hace difícil la comprensión de
la personalidad del artista.
Si se conocen
sus intereses en libros. Su biblioteca, muy numerosa para la época, estaba
formada por 154 ejemplares sobre matemáticas, geometría, geografía, mecánica,
anatomía, arquitectura y teoría del arte. Recientemente varios estudiosos a
traves de estos libros han intentado acercarse a la compresión de su
personalidad.
El
artista
Su estilo pictórico.- Velázquez hasta los
Borrachos pintaba sus personajes con contornos precisos y destacándolos
claramente de los fondos, sus pinceladas eran ópacas y empastadas.
En su primer
viaje a Italia realizó una radical transformación de su estilo. En este viaje
el pintor ensayó nuevas técnicas buscando la luminosidad. Velázquez, que había
ido desarrollando su técnica en los años anteriores, concluyó esta
transformación a mediados de 1630 donde se considera que encontró su lenguaje
pictórico mediante una combinación de pincelas sueltas de colores transparentes
y toques precisos de pigmento para resaltar los detalles.
A partir de la
Fragua de Vulcano, pintada en Italia, la preparación de los cuadros cambió y se
mantuvo el resto de su vida. Se componía básicamente de blanco de plomo
aplicado con espátula, que formaba un fondo de gran luminosidad complementada
con pinceladas cada vez más transparentes. En la rendición de Breda y en
el retrato ecuestre de Baltasar Carlos, pintados en la década de 1630,
concluyó este cambio. El recurso de fondos claros y capas transparentes de
color para crear una gran luminosidad eran frecuentes en pintores flamencos e
italianos, pero Velázquez desarrolló esta técnica hasta extremos nunca vistos.
Esta evolución
se produjo debido al conocimiento de la obra de otros artistas, especialmente
la colección real y los cuadros que estudió en Italia. También por su relación
directa con otros pintores, Rubens en su visita a Madrid y los que conoció en
su primer viaje a Italia. Velázquez, por tanto, no hacía como los otros
pintores que había en España que pintaban superponiendo capas de color. Él
desarrolló su propio estilo de pinceladas diluidas y toques rápidos y precisos
en los detalles. Estos pequeños detalles tenían mucha importancia en la
composición. La evolución de su pintura prosiguió hacia una mayor
simplificación y rápidez de ejecución. Su técnica, con el paso del tiempo, se
volvió más precisa y esquemática. Fue el resultado de un amplio proceso de
maduración interior.
El pintor no
tenía la composición totalmente definida al principio, más bien prefería
ajustarla según iba progresando el cuadro introduciendo modificaciones que
mejorasen el resultado. No hacía dibujos preparatorios, simplemente hacía un
bosquejo de las lineas generales de la composición. En muchas de sus obras sus
célebres corecciones se aprecian a simple vista. Los contornos de las figuras
se van superponiendo en el cuadro según modificada su posición, añadía o
eliminaba elementos. A simple vista se pueden observar muchos de estos ajustes:
modificaciones en la posición de las manos, de las mangas, en los cuellos, en
los vestidos. Otra costumbre suya era retocar sus obras después de concluidas,
en algunos casos estos retoques se produjeron mucho tiempo después.
La paleta de
colores que empleaba era muy reducida utilizando en toda su vida los mismos
pigmentos. Lo que varió con el tiempo es la forma de mezclarlos y aplicarlos.
El grado de
acabado es otra parte fundamental de su arte y depende del tema. Las figuras
son siempre la parte más elaborada, en el caso de la famila real están muchzo
más trabajadas que en los bufones donde se tomó las mayores libertades
técnicas. En cuadros como la encajera la zona abocetada con amplias
pinceladas ocupa gran parte del cuadro. A lo largo de su vida, en muchos
retratos y otras composiciones mitológicas, religiosas o históricas aparecen
estas zonas esbozadas. Para López Rey es claro que estas partes abocetadas
tienen una intensidad expresiva intrínseca estando bien integradas en la
composición del cuadro y puede considerarse parte del arte de Velázquez
Diapositiva nr. 75: Tres músicos, (1618?) de Diego Veláquez,
Museo Nacional de Berlin.
-Contemplamos
a tres personajes populares, totalmente realistas y alejados de la
idealización, apiñados alrededor de una mesa sobre la que hay pan, vino y
queso. Dos de los tres músicos tocan instrumentos y cantan, mientras el tercero
– el más joven – sonríe al espectador y sostiene un vaso de vino en su mano
izquierda. Las expresiones de los rostros están tan bien captadas que anticipa
su faceta retratística
con la que triunfará en Madrid. Un fuerte haz de luz procedente de la izquierda
ilumina la escena, creando unos efectos de luz y sombra muy comunes a otras
imágenes de esta etapa sevillana
-Influencia
de Juan de Roelas y sobre todo de Caravaggio (introductor del “tenebrismo”).
-Los
rostros son muy realistas (“naturalismo).
-Fuerte
claroscuro.
-Aparece
un bodegón
Diapositiva nr. 76: La vieja friendo huevos, (1618?) Diego
Velázquez en la National Gallery of Scotland, en Edimburgo.
-Un foco de luz,
que siempre viene desde la izquierda, ilumina la parte derecha del cuadro, es
decir, la anciana, sus útiles y huevos
fritos, dejando oscuro el resto, fondo y niño. En este caso el claroscuro
es muy intenso, tanto que es difícil apreciar la pared que se encuentra al
fondo del cuadro y solo la identificamos porque en ella cuelga una cesta. El
realismo es casi fotográfico, Velázquez se esmera porque los objetos destaquen
en este ejemplar bodegón donde aparecen platos, vasijas, cubiertos, cacerolas,
morteros y jarras, destacando el brillo especial del cristal o la influencia de
la luz en el melón que porta el muchacho. La fritura de la vieja está
increíblemente conseguida, tanto que el aceite hirviendo está literalmente
saltando ante nuestros ojos. Los pies y las manos son de las partes más
expresivas del cuerpo, y si observamos por un momento las manos de la vieja nos
daremos cuenta de que el artista ha trabajado en ellas con esmero, lo mismo
sucede con las manos del chico que la acompaña en la sala sujetando el melón o
apretando la vasija de cristal.
-Vemos
un punto de inflexión, el cuchillo.
-Aparece
un bodegón.
-El
tenebrismo
Diapositiva nr. 77: San Juan Evangelista en la isla de Patmos,
D. Velásquez, hacia 1618, National Gallery, Londres.
Conservado
en la National Gallery, este cuadro perteneció al convento de las carmelitas
calzadas de Sevilla y se pintó antes de que Velázquez se trasladara a Madrid.
En el cuadro, san Juan está sentado escribiendo el Apocalipsis, con su símbolo,
el águila, a su lado. Mira hacia la visión de una figura femenina alada con un
dragón, en la esquina superior izquierda del lienzo. La luz de esta escena
nocturna emana de la visión.
Velázquez
usa el formato tradicional para el tema, pero, en lugar de mostrarnos a san
Juan como un hombre anciano, tal como era cuando escribió el Apocalipsis, pinta
al santo como un hombre joven. El rostro está particularizado; no muestra
idealización, y con el bigote resulta típicamente español.
-El
rostro parece un autorretrato de Velásquez.
-Ropa
con pliegues naturalistas.
Diapositiva nr. 78: Inmaculada Concepción, D.Velazquez
-Es su
esposa, Juana.
-Aún
tenebrista.
-Túnica
color jacinto.
-Fue pintado para el Carmen Calzado de Sevilla, que celebraba fiestas en
honor de la Concepción Inmaculada de María. La fecha entre 1616 y 1620.
–En la iconografía de la Inmaculada, con la luna con las puntas hacia
abajo, y un paisaje alegórico referente a las advocaciones de María, Velázquez
coincide con Pacheco.
Diapositiva nr. 79: El aguador. D.Velázquez
1620, en
el palacio londinense de Apsley House (Wellington Museum).
-Vemos
el mismo niño de “la vieja friendo huevos”
-Dentro
de la copa hay un higo.
-En el
fondo hay una figura bebiendo agua.
-Todavía
mantiene la técnica del claroscuro, iluminando una zona del cuadro con un foco
de luz desde la parte izquierda y oscureciendo el resto del lienzo. Destaca
sobremanera la calidad de los objetos representados en el cuadro, el
tratamiento que Velázquez hace del cristal o de la cerámica son magníficos, así
como el detallismo hiperrealista que se puede observar en la obra, por ejemplo
en las gotas de agua que resbalan por el cántaro.Destaca asímismo la
introducción de bodegones dentro de sus cuadros, como el que aquí
vemos,naturalezas muertas a las que daba una corporeidad casi escultórica,
plástica, al igual que unas calidades que nos hacen sentir que podemos
acariciar esos objetos representados. Todo ello pintando personajes populares.